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La imparable moda de la bachata en Madrid

La frase “soy ateo, pero ahora creo”, extraída de la bachata Ateo que cantan C.Tangana y Nathy Peluso resume la imparable moda de la bachata. Lo que empezó siendo un baile desconocido en España, que solo algunos pocos se aventuraban a practicar, ha ganado la batalla a los descreídos y se ha convertido en el más popular en las academias, junto al reguetón o la salsa.

Así lo corroboran la cantidad de escuelas de ritmos latinos en diferentes barrios que se pueden encontrar en Madrid y testimonios como el del bailarín Cristian Erazo, que abrió su primera academia de baile, Art Dance, hace siete años y debido a la demanda ya cuenta con dos locales ubicados en la calle General Díaz Porlier a los que acuden más de 80 alumnos repartidos en 12 horas a la semana. “Hace unos cuatro años que ha ido a más y a más y no va a parar. Pero este último, después de la covid, se ha notado muchísimo. De dos clases por semana, hemos pasado a cuatro”, asegura.

Este bailarín, de 36 años, nacido en Ecuador, estudió danza clásica y moderna en Italia donde trabajó para varias compañías y también en televisión. Unos años más tarde se mudó a España, donde residía su madre, y se aventuró a compaginar su amor por el baile con los negocios cuando abrió la primera escuela en solitario. “No me esperaba el éxito ni me gusta verlo como un negocio, pero sí creo que la bachata aporta al mundo algo distinto. Mejoran el estado de ánimo, las relaciones sociales se tornan más amplias. Este baile ha venido para quedarse”, explica Erazo, quien confiesa que uno de sus planes inmediatos es formar una compañía a nivel profesional de este estilo y ofrecer al público tres niveles, en vez de los dos primeros que ya se imparten en la academia: iniciación, intermedio y proyección profesional. Después de las clases, muchos alumnos planifican salidas a discotecas y dos veces al año ponen a prueba en el teatro las coreografías que han aprendido a lo largo del curso.

Yanny Espinosa es uno de los profesores que imparten clases de salsa y bachata en Art Dance. Este cubano afincado en Madrid promete a sus alumnos que en su país no hay escuelas de bailes para sus compatriotas. “Los cubanos aprendemos a bailar desde pequeños. Si hay escuelas, son para guiris que quieren aprender. Bailar es nuestra forma de relacionarnos. Y, digámoslo abiertamente, también de ligar”, bromea con sus alumnos en una clase celebrada en diciembre. Ese día, justo antes de Navidad, confiesa que tiene menos pupilos de los que acostumbra. Son solo cuatro. La variante ómicron y las vacaciones tienen la culpa. Un día normal serían 20, atestiguan también los asistentes en cada clase. La bachata, la salsa y la kizomba, según Espinosa, forman parte del movimiento SBK, que toma las iniciales de cada tipo de estilo. “El elemento común en todos es la fogosidad. Y de los tres, la kizomba es la más sexual”, añade.

Comienza la clase y se dirige a ellos con un “es un placer ser vuestro profesor”. Mira su reloj inteligente y sin necesidad de desplazarse a la cadena de música selecciona la bachata con la que enseñar a los asistentes algunos pasos. Suenan: Cómo has logrado, de Vicente García; Me olvidaré de ti de Kelvy Jai; Deja Vu, de Prince Royce y Shakira y La fama, de The Weeknd y Rosalía, entre otras. Así durante una hora en la que los alumnos pagan 35 euros al mes si solo acuden a una clase a la semana de la imparable bachata y 55 si van a dos.

“Una bachatita bonita”, continúa diciendo el profesor. Eduardo Álvarez, el alumno más veterano de esta sesión, lleva asistiendo a clases de bachata desde septiembre de 2020. “Antes ya bailaba otros estilos musicales, pero quería aprender bachata. Esta música es muy divertida y te levanta el espíritu. Después de la pandemia, se necesita aún más”, afirma antes de ponerse a bailar con una de sus compañeras. Paco Campillo, otro de los asistentes opina algo parecido: “Quería solucionar el problema de mis dos pies izquierdos (ríe). La pandemia me hizo parar, pero he vuelto muy animado a esta escuela. Nuevo barrio y nuevas clases”.

Entre pasos dobles y giros, la clase pasa muy deprisa. Las dos chicas bailan con el profesor, cada una por separado y graban los pasos aprendidos para poder practicar en casa. Están felices, han podido bailar a sus anchas sin preocuparse por el espacio. “La repetición es la madre de la enseñanza”, los anima el profesor antes de despedirse.

El bailarín también asegura que la escuela está llena de público internacional y que en ocasiones hay incluso turistas que se acercan durante su visita a la capital para disfrutar de una clase como una actividad más. La primera clase es gratis. “Vienen de todos los países. Desde Alemania, Francia, Portugal, Finlandia, Taiwán o Cabo Verde. Una vez se presentó un cubano y no entendía lo que hacía aquí”, vuelve a bromear haciendo alusión a su anterior chiste.

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